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Salir del nido

Tenemos tres pichoncillos de periquitos. La madre se pega unas palizas de muerte para llevar comida al nido. Los pichones pían sin parar y estresan a los padres. Por otra parte, también es un placer inconmensurable ver a la familia apretada, dándose calor, en una esquina del nido.

Desde hace un par de días, uno de los pichones asoma la cabeza tímidamente fuera del nido. Tiene curiosidad, algo de inquietud. Creo que quiere salir. Se está haciendo mayor.

¿Qué pensará su madre? ¿Que deben salir cuanto antes? ¿Que no están preparados para el mundo que les rodea? ¿sabe cuándo estarán preparados?

Una de las cosas que me decía mi padre, de niño yo, era que su madre no supo entender que se hacía mayor.

Quizá sea una historia que se repite generación tras generación. No vemos a nuestros hijos mayores jamás, nos encanta el calorcillo que sentimos juntos en casa, creemos que no están preparados para salir. El primer bigotillo, ese pintalabios furtivo, … ¿carnet de conducir? ¿en casa de un amigo?

Prometo solemnemente que pegaré una patada en el culo a los míos cuanto antes para que se vayan. Será pronto… en cuanto lleguen a los 40 o por ahí…

Mientras tanto… ¡a darnos calorcito!

Pd: no he hablado del padre de los periquitos porque es un golfo. ¡Mientras la madre se mata con los pichones el padre la persigue para pisarla de nuevo! Si es que… animales somos…

La lista de la compra

 

 

 

 

 

 

Hoy mi santa me ha dado una lista de la compra.

La lista está perfectamente detallada. Ha sido expresamente preparada para mí, con mis problemillas mentales. Al leerla, no he podido evitar esbozar una sonrisa.

Vayamos por partes…

  1. Un paquete de judías verdes naturales. ¿Hay judías que no son naturales? ¿Cómo las distingo? Nos referimos a la judía completa, con su vaina y esas cosas ¿no?
  2. Pollo troceado o 2 cuartos traseros: ¿me lo trocea alguien? ¿el tamaño del trozo debo especificarlo? Y los cuartos traseros… yo sé distinguir alitas y muslos… ¡¡pero cuartos traseros!! ¿Dos cuartos traseros significa dos pares de cuartos traseros o los dos cuartos traseros de un unico pollo?
  3. Chorizo de guisar… ¿qué es chorizo de guisar? ¿más duro/blando/barato/textura especial?
  4. Bolsa de pimientos verdes… en principio sin problema. La duda me ha entrado en el supermercado. Los únicos que había eran con nosequé denominación de origen que no me sonaba. Aún así, me he arriesgado y los he pillado.
  5. Bolsa de zanahorias… sin problema.
  6. Kilo de arroz… SOS, largo, corto, vaporizado, … ¿?
  7. Paquetes de carcasas, esqueletos de pollo. Aquí ya no daba crédito. ¡¡¿¿Los pollos tienen carcasas??!! ¿Venden el esqueleto de un pollo así… solito? ¡¡¿¿Y… para qué queremos el esqueleto de un pollo??!! Debe haber por aquí alguna cámara oculta…
  8. Apio verde. ¿Lo de «verde» es porque es «no maduro»? o porque hay un apio en concreto que se llama «apio verde». ¿Lo venderán por unidades?

Después de una pormenorizada charla en casa he salido con mi flamante lista de la compra a la calle. Tras resolver un par de dudas in situ, creo que he sido capaz de completar la misión de forma exitosa.

Tengo que revisarme lo mío… me veo cada vez peor…

Oda a una mudanza

Hemos cambiado de piso. Un concepto tan sencillo como el de cambiar de residencia habitual trae consigo un sinnúmero de pensamientos, avatares, alegrias y algún que otro sinsabor.

La pequeña historia se remonta a apenas un par de semanas. Visitamos un piso (estábamos buscando sin prisa/sin pausa) y a los pocos segundos de pisarlo, lo tuvimos claro: ¡era el que estábamos buscando!

Después de la meteórica carrera para adelantarnos a otra persona que estaba interesada y que dio muestras antes que nosotros, conseguimos hacer efectiva la entrega de una señal y reservarlo para nosotros.

Ahora empieza lo bueno: la mudanza.

No en vano, la mudanza aparece como una de las causas más frecuentes de depresión/estrés/desorden mental, compartiendo taquilla con el divorcio, la pérdida de un familiar cercano y la pérdida de trabajo.

Estructuras mentalmente todo lo que posees. Tus pertenencias, los muebles, etiquetas como indispensable y preciso lo que has de llevarte. Primera valoración: unas 200 cajas + muebles… chungo.

Comienza el casting de empresas de mudanza. Unas te inspiran confianza nula, otras casi nula. Algunas, las menos, te gustan. Los presupuestos oscilan entre los 350 y los 2500 euros. ¡locura! ¿Atender al instinto? ¿o a aspectos meramente económicos? El instinto… ¿en qué se basa? ¿en un comercial correctamente vestido y que viene a conocerte y valorar tus pertenencias con un iPad? ¿en que posee una voz melodiosa y te explica todo pormenorizadamente?

Es como las enfermedades. Si se te ocurre consultar foros y experiencias se te pone el pelo de punta. Aún así lo creí necesario.

Se plantean mil dudas al respecto. ¿Cómo se controla el número de cajas ante una posible pérdida? ¿el seguro de la mudanza cubre todo? ¿qué plazo hay para reclamaciones? ¿las cajas se numeran y controlan? ¿quién vigila el camión y los enseres mientras se realiza la mudanza? ¿el personal que vendrá… estará cualificado? ¿es mejor que uno mismo embale los enseres que considera más frágiles?

Controlar todo es literalmente imposible. Después de aceptar uno de los presupuestos, me abandoné a mi suerte. No se puede controlar todo el proceso, es imposible. No te queda otra opción más que confiar en la divina providencia y que la empresa que hayas contratado realice su labor lo mejor posible.

El proceso de preparar todas tus pertenencias para una mudanza es peculiar. Te planteas todo aquello que quieres conservar y lo que no. A mí personalmente me ha servido para reflexionar mucho sobre el apego que de forma casi innata mostramos hacia las cosas, hacia los bienes materiales. ¿para qué quiero conservar esto? ¿por qué lo he guardado durante tanto tiempo? ¿realmente me es útil? ¿lo he usado/disfrutado alguna vez? Yo soy más bien de los de guardar, pero la mudanza me ha servido como ejercicio mental para dejar atrás todo lo que no es necesario, todo lo prescincible. Calculo que unas 60 bolsas de basura grandes (gigantes) han ido a la basura durante el proceso de empaquetaje. Una sensación altamente adictiva (la de tirar cosas).

Llega el día de la mudanza. El número de embalajes prometido es insuficiente. La empresa no da señales de vida durante el fin de semana. El comercial no responde al móvil. No existen reservas en la acera aledaña para aparcar el camión. El personal hace más de una hora que debería haber aparecido… crecen los nervios y las sospechas. ¿la empresa será una tapadera? ¿cuando carguen los enseres en el camión… ¿quién me asegura que no se van con ellos a otra parte? Visto así… sería una opción de robo de domicilios perfecta.

A los minutos las dudas se van despejando. El personal de la mudanza aparece. El camión intenta aparcar donde puede. El encargado de la mudanza me indica que reservar sitios para aparcar con los pertinentes permisos del ayuntamiento no suele ser fructífero. Me piden excusas por la falta de cajas para embalaje.

Comienzan a cargar el camión y a envolver en mantas los muebles. Es imposible vigilar a cada uno de los operarios e indicar «cuidado con eso…», «cuidado con lo otro…». Me pongo en manos de ellos. Es imposible controlar todos los procesos…

La mudanza terminó a las 1:30 de la madrugada aproximadamente. Apenas hay desperfectos. Parece que todo el material ha llegado sano y salvo a su nueva ubicación.

Ahora tan sólo quedan unas 150 cajas para desembalar y ordenar. Eso sí… feliz, muy feliz 🙂

¡A la caza de brujas!

Esta semana nuestra «tranquilidad» se ha visto alterada por un suceso escolar un tanto desagradable.

La alarma se disparó cuando una madre, cuya hija es compañera de la nuestra, pudo constatar una dentellada en uno de sus carrillos. Se percibía claramente la dentadura completa de alguien marcada en su carita (hablamos de niños de 7 años de edad). Ante la pregunta de la madre, la hija respondió que se la había propinado su profesor de Educación física, en el transcurso de un juego/ejercicio…

La madre, alarmada, llamó a algunos padres más, para confirmar si este tipo de sucesos eran práctica habitual. Entre otros, nos llamaron a nosotros.

El pánico se desató cuando llamada tras llamada pudimos corroborar que la práctica de los mordiscos había sido frecuente, además de besos en la mejilla, en los labios interponiendo una mano, algún «piquito» furtivo, mordiscos en el culete, en algún pezón, cosquillas desde el cuello hasta el bajo abdomen, muestra del torso desnudo del profesor en busca de «músculos», la técnica del sandwich…

Los padres no dábamos crédito a lo que estábamos escuchando e intentamos analizar de forma objetiva toda la información recabada. Contextualizamos la información en la clase de Educación física, en el transcurso de juegos, en el desarrollo de ejercicios físicos, en el ámbito de una confianza mal entendida.

No había duda alguna. Los hechos constituían sin duda alguna objeto de preocupación, alarma y seguramente de denuncia. Al menos, y pensando de la mejor de las formas, eran absolutamente inapropiados.

A través de la tutora, pusimos en conocimiento de la dirección del colegio los hechos, apelando a una reunión con carácter de urgencia. La respuesta del colegio no se hizo esperar. A la mañana siguiente, a las 9:00 de la mañana estábamos citados un grupo de padres.

La reunión se desarrolló de forma tranquila, habida cuenta de que la temática era susceptible de promover arranques nada sosegados. El representante del colegio (curiosamente el director general no dio la cara en esta cita) en primera instancia intentó justificar los hechos, arguyendo que el expediente del profesor era intachable, que debíamos contextualizar todo…

Durante el transcurso de la reunión, se le aportaron al representante del colegio más hechos, sucesos y prácticas. No era posible una salida digna de la situación. Nos ofrecían alternativas sencillas para la situación, del tipo «ofrecemos nuestra garantía de que esto no va a volver a ocurrir». Nos intentaban convencer de que un cambio en el profesorado a estas alturas de colegio supondrían un trastorno y trabajo ímprobos… ¡¡por favor!! ¿de qué estamos hablando?

Ante esta serie de propuestas, nuestra postura era firme: ¿dejaríamos a nuestros hijos en las manos de alguien que de forma habitual ha realizado este tipo de actos? ¿la palabra del profesor subyacía a la palabra del colegio? ¿Qué tipo de garantías puede ofrecer un persona de este tipo?Hablamos sobre la pérdida de confianza por parte de los padres hacia el colegio.

Necesitábamos una respuesta contundente. Estaba además en marcha un escrito comunitario realizado por parte de los padres, alertando a la dirección y a ulteriores instancias competentes de lo que estaba ocurriendo. El colegio conoció la existencia de este escrito y debía mover ficha antes de que la información cruzara más fronteras. El representante tomó buena nota de la información recibida y quedó en informarnos de la resolución del colegio en breve.

A la salida de la reunión, otro grupo nutrido de padres expresaba su indignación y preocupación. Se pedían responsabilidades.

Nuestro mayor inquietud se basaba en la posibilidad de que estuviéramos haciendo una caza de brujas. Que estuviéramos buscando cosas donde no las había. Es muy fácil hacer leña en este tipo de cosas, sobre todo con los tiempos que corren. Íbamos posiblemente a arruinar la vida de alguien sin tener una certeza absoluta de propósitos…

Por más que intentamos justificar y defender los hechos, eran indefendibles. Yo no podría volver a entregar a mi hija al colegio sabiendo que iba a estar en manos de el susodicho sujeto en algún momento del día.

A las pocas horas el colegio nos citó de nuevo a aproximadamente el mismo grupo de padres, entendiendo según ellos que nuestra presencia representaba a la totalidad de padres del aula.

El director, con un semblante serio, ya sin intentar mediar ningún tipo de excusa ante los hechos entendiendo que eran indefendibles, nos informó de la decisión tomada por parte de dirección: cambiarían de profesor de Educación física a nuestros hijos. Aún así, el profesor continúa formando parte de la plantilla del colegio. Se ve que determinadas instancias ponen la mano en el fuego por él. Si las cosas fueran como deberían ser, la unidad de quemados de la Paz no tendría camas libres. Hay tantas manos en el fuego puestas por tantas personas… ¿tú por quién pondrías de verdad la mano en el fuego? Y sobre todo en este tipo de temas… ¿de verdad te arriesgarías ante las brasas?

Debo reconocer que la solución es algo egoísta. No deseo a nadie lo que no deseo para mí. Pero bueno… que cada uno luche por lo suyo. Si huera tenido una certeza absoluta la reunión se hubiera desarrollado en una comisaría de policía y no en el colegio. De hecho, si hubiera visto unos dientes marcados en la cara de mi propia hija la conversación se habría desarrollado por otros derroteros.

La mayor fortuna de todas reside en que los niños no han llegado a percatarse del problema. Ellos disfrutan a partir de hoy de un profe nuevo de deporte.

Y es que, al fin y al cabo, entregamos a los colegios nuestro tesoro más preciado…

Yo sí que no valgo

Hay algunos concursos que me gustan. Al menos despiertan mi curiosidad. Uno de ellos es el formato «tú sí que vales». Y me refiero al formato, porque es un tipo de concurso explotado ya en diferentes ediciones, de diferentes países y con diferentes nombres.
En él, el personal que acude nos muestra sus habilidades de cualquier índole. Desde doblar servilletas con los dientes y a la pata coja hasta interpretar el capricho 24 de Paganini con sólo tres cuerdas de violín.
Hay sin embargo un par de aspectos que siempre me desagradan.
Por un lado, el uso de los niños. Sí… sí… digo el «uso» porque realmente creo muchas veces que son los propios padres los que usan a sus hijos como medio o camino para expresarse o presentarse en la televisión… o en la vida… Realmente un niño de 6 años está interesado en dar esas formidables piruetas que requieren tantas horas diarias de esfuerzo? Saca tiempo suficiente como para jugar, relacionarse y divertirse? No es realmente un padre/madre en pequeñito lo que estamos viendo?
Por si acaso, me aplico el cuento y he decidido que mis hijos sólo van a estudiar música tres horas al día y que podrán elegir entre dos carreras universitarias que les propondré en su momento. Quiero que sean ellos mismos…
Volviendo al concurso, luego está el tema del ojo. Ese ojo que para curarse necesita una operación millonaria y que sólo realizan en Seattle un determinado par de manos expertas y que requiere además nosequé pócima secreta para sanarse. Para costear la operación y el viaje, su dueño primero nos muesta un interesante y detallado documental sobre su ojo y su enfermedad y luego nos inflige una lacrimógena versión de Nessum Dorma que arranca los aplausos de todo el plató…
Vamos a ver, eso se llama chantaje emocional. O chantaje a secas. No me cuentes ni tu vida ni la de tu ojo y… Canta! Si eres bueno y realmente vales, ya irás a Seattle…