Para Evaluna
Ya es están empezando a emitir en la 4 las obras musicales que hemos compuesto.
Aquí os pongo una muestra de una de ellas. Y lo dicho… que ni soy compositor no me considero preparado para serlo.
Ya es están empezando a emitir en la 4 las obras musicales que hemos compuesto.
Aquí os pongo una muestra de una de ellas. Y lo dicho… que ni soy compositor no me considero preparado para serlo.
Acabo de leer el libro El arte del cuarteto de cuerda: el cuarteto Guarneri en conversación con David Blum.
Se trata de una joya para los intérpretes habituales de cuartetos de cuerda. En él, el cuarteto Guarneri comenta de forma eminentemente distendida y práctica los habituales problemas con los que se encuentra cualquier cuarteto de cuerda en su quehacer diario: golpes de arco, dinámicas, afinación, tempi…
Una obra verdaderamente recomendable para todos los amantes de la música.
Ha coincidido con la reciente interpretación que hemos ofrecido del cuarteto Americano de Dvorak. No he podido evitar acordarme del cuarteto Guarneri mientras lo estudiábamos.
Por cierto, este viernes tocamos el Requiem de Mozart. Si a alguno le apasiona la obra, ruego encarecidamente no se pase por el concierto.
Esta semana ha terminado la primera tanda de grabaciones para Canal 4.
Para los que no estéis al tanto, se trataba de una serie de grabaciones de música clásica, de las que soy compositor de dos de ellas.
Ahora que está tan de moda hablar de intrusismo, he de confesar que siempre me he sentido un completo intruso al abordar cualquier composición. No me siento en manera alguna cualificado, pero en cierto modo me reconforta ver que algunas personas se tildan de compositores con trabajos que a mi gusto son bastante burdos.
Quizá sea que con los años uno tiende cada vez a hacerse más exigente. Y la música tampoco se libra de ello.
Los intérpretes de las obras han trabajado muy bien. Mención aparte merece mi amigo Ángel… siempre con ese buen gusto y buenhacer que le caracteriza. Profesional de los pies a la cabeza.
A partir del 1 de mayo (creo recordar) se iran emitiendo en horario nocturno.
Hablé hace algunos días sobre este señor. Hoy he encontrado esta opinión, que suscribo totalmente.
La pecunia… la pecunia…
Casi todos conocemos esa maravillosa obra llamada «Canon de Pachelcel».
Casi todos los músicos odiamos esa obra. ¿Por qué? Pues porque está tan sobada y manida, se interpreta tantos millones de veces, y lo que mi me atañe: la parte de cello es absolutamente insufrible.
Buceando por internet he rescatado una aprtitura de cuerteto llamada Percival’s Chaconne(s), Op. 3.
En ella, existe un interesante prólogo escrito por un cellista, que aquí os transcribo. Básicamente dice que las tornas se han cambiado. Ahora el cello solea mientras el primer y segundo violín repiten unas pocas notas de forma absolutamente infumable.
Ha llegado la hora de la venganza!!!
«Pachelbel’s Canon: played at almost every wedding and dinner reception, a staple of the string quartet repertoire… and a cellist’s bane.
We hate the piece. Why, when it sounds so beautiful? That’s precisely the reason.The violins play this long, interlocking melody; the cello plays the same eight notes. Over and over. For five, eight, ten, or however long it takes, minutes. I honestly don’t know — I’ve played the piece at least a hundred times by now, but whenever I do it I zone out and wait for the first violin to give me the nod that says that we’re five bars before the end. Sure, it gives you a chance to scan the crowd for pretty girls… but I’d rather have an interesting part to play.
Well, now the tables are turned. The first violin repeats the same four bars over and over, while the cello leads the melody. It’s about time somebody wrote this.»
Ha caido en mis manos un folletillo en el que Sydney D’Agvilo (conocido por su publicación El sistema interválico) habla de las bonanzas de la enseñanza musical para los niños y jóvenes.
No sin cierto estupor, leo en uno de sus párrafos (cito textualmente):
«Lo ideal, si uno puede permitírselo, es que siga [el niño] un curso de música en un centro de estudios musicales con un buen programa educativo, intentando evitar las academias o conservatorios cuyos vetustos planes de estudio sigan anclados en el plomizo mecanicismo del siglo XIX, que desgraciadamente todavía son la inmensa mayoría. Para distinguirlos sólo hay que observar si, por ejemplo en el estudio del piano, los profesores del lugar siguen utilizando los pernicioso e insufribles estudios mecánicos de Czerny, Hanon, Kóhler, Beyer, Loeschorn, Bertini, Duabelli, Cramer, etc. Si al comenzar la clase se ejecutan metódicamente escalas o arpegios -para calentar o para lo que sea-, lo mejor es huir rápidamente y buscar otro sitio.
Vamos a ver… es que no sé ni por dónde empezar.
¿Este señor pretende descubrir el rojo fuego, poniendo a caer de un burro las grandes escuelas mundiales de enseñanza musical?
Efectivamente, el comentario es tremendamente demagógico, a la par que esperpéntico, sobre todo cuando nos dirigimos a padres y público general con una no excesiva formación musical. «Vender la moto» indicando que tal o cual método es mucho más agradable, fácil y echar por tierra los grandes métodos, que lo son, y no precisamente por ser centenarios, sino por su probado éxito.
Vamos a decirle a cualquiera de los grandes intérpretes que no… que ya no es necesario hacer escalas «para calentar», como este individuo dice en su folleto. Que dichas técnicas ya están anticuadas.
No pretendo mostrar que me encuentro abducido por una técnica anclada en el pasado, como él da a entender en su comentario, si no más bien mostrar mi perplejidad ante comentarios tan perniciosos como éste.
Bien cierto es que asistir a determinados conservatorios, academias y clases particulares no son la clave del éxito. Detrás de una buena educación musical debe encontrarse siempre un buen pedagogo, con un método claro y definido (que puede ser en parte o totalmente propio).
La enseñanza musical es un arte complicado, no exento de grandes dificultades, fracasos y alegrías. Pero señor… no hagamos demagogia barata de un tema como éste.
Y por cierto… sí… sí… he «sufrido» las escalas, arpegios y estudios de algunos de los autores que menciona. ¿lo debo ocultar a partir de ahora? no creo…
Pd: el folleto tiene el grosor justo para una mesa que me cojea. Ya tengo un uso que darle!!