El cuerpo humano es un sistema realmente asombroso. Tiene una capacidad propia de autogestión y administración de recursos francamente espectacular.
Por poner un ejemplo, su manejo y economía del agua es sorprendente.
La cantidad de agua presente en el organismo está estrechamente ligada a la cantidad de electrolitos. La concentración de sodio en la sangre es un buen indicador de la cantidad de agua existente en el organismo. El cuerpo trabaja para mantener el nivel de agua total y por lo tanto, para que el valor de sodio en la sangre sea constante. Cuando éste es demasiado alto, el cuerpo retiene agua para diluir el exceso de sodio. Para ello se van disparando paulatinamente mecanismos neurológicos (aparece la sed) y hormonales (la hipófisis secreta la hormona antidiurética y se produce menos orina).
De esta forma el cuerpo preserva el volumen sanguíneo y mantiene la presión arterial en limites aceptables.
En caso de existir compromiso mayor, el sistema circulatorio toma cartas en el asunto. Aumenta la frecuencia cardiaca para hacer más eficiente el uso del poco volumen que queda. Se produce una vasoconstricción generalizada como intento desesperado de mantener la presión…
Los sistemas restantes funcionan de forma similar. El sistema digestivo se autovigila y autoregula de igual manera. El sistema respiratorio, en situaciones de alarma, desesperación… optimiza su extracción de oxígeno de forma casi prodigiosa. El sistema linfático autoequilibra sus competencias de forma impecable. Los sistemas inmunológicos reparan, parchean, sellan y envuelven agresiones externas, amenazas, grietas…
Mecanismos que trabajaban de forma antagónica, ante una adversidad lo hacen de forma si sinérgica. Las células con capacidades pluripotenciales hacen buen uso de su magia…
Todo está orquestado para lograr nuestra supervivencia a toda costa.
Pero lo verdaderamente alucinante es ver cómo una enfermedad severa, un cáncer, es capar de devorar en el cuerpo de un joven uno a uno todos estos sistemas. Es alucinante ver cómo el cuerpo se resiste. Cómo van cayendo uno a uno todos los bastiones. Cómo el cuerpo grita de forma desesperada pidiendo ayuda… Le faltan recursos… En su juventud, la lucha es intensamente frenética, extenuadora. Está decidido a llegar al límite…
Y llega un momento en que todo se relaja. El caos es ya demasiado grande. El cuerpo ha perdido su batuta…
Noemí, te queremos.