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Hoy me he sentido inmensamente feliz. Durante unos breves instantes he tenido en mi posesión uno de los bienes más preciados de la humanidad: «la vez».
Ya de niño, me angustiaba bastante que, al entrar en establecimiento, el personal inquiriera a mi alrededor sobre «la vez»:

  • ¿Quién tiene la vez?
  • ¿Quién me da la vez?
  • ¿La vez, por favor
  • Yo tengo la vez

Una vez determinado quién estaba en posesión de «la vez», inmediatamente, y sin mediar ningún tipo de contacto o transferencia entre un interesado y otro, «la vez» cambiaba de dueño; se transfería su posesión o autoría.
Este momento recuerdo que siempre me dejaba perplejo.
Por descontado, nunca fui poseedor de tan preciado bien. Desconocía absolutamente los protocolos de entrega y recepción, así como instrucciones para su correcta custodia. Además, por ende, no sabría identificar «la vez».
Hoy, en la carnicería, mi dicha ha sido plena. He sido merecedor de la vez durante unos minutos. La he recibido, custodiado y entregado de manera protocolaria y serena, sin aspavientos ni dubitaciones. Una actuación ciertamente impecable y profesional.
Si hubiera tenido a mi alcance la Wikipedia hace unos años…